La escena se
repetía todas las noches alrededor de la mesa familiar. Don Luiggi, una vez que
la humilde cena finalizaba, contaba sus vivencias. El resto de la familia lo
escuchaba con atención y respeto, tanto su esposa Isolina como sus cuatro hijos:
Bruna, Albertina, Anna y el menor de todos, Roberto. El narrador no fantaseaba ni
un ápice ante la mención de sus terribles días pasados como prisionero en el
campo de concentración de Berger Belsen. Simplemente se daba el lujo de hacerlo
con cierta dosis de humor que, lejos de banalizar los recuerdos, le permitía
sacarlos a relucir sin quebrarse. El niño Roberto se fascinaba con las
estentóreas risotadas de su padre, aunque le resultaba extraño que hubiese tanta
carcajada en medio de tanta historia horrorosa. De pronto la imagen se volvió
difusa y cientos de flashes lo enceguecieron. Desde el escenario del Dorothy
Chandler Pavillon Sophia Loren lo llamaba con un conmovedor “Robertoooo”; todos
las miradas se dirigieron hacia él y fue entonces que el comediante Roberto
Benigni, en su hora más gloriosa, decidió hacer una travesura como cuando era
chico. Se trepó al respaldo de una butaca y pisoteando terciopelos, smokings y
telas vaporosas llegó como pudo hasta donde estaba la Loren para recibir el
premio Oscar a la mejor película de habla no inglesa de 1998 por “La vida es
bella”.
No eran tiempos
fáciles en Manciano Misericordia, en la región de Toscana y especialmente en la
casa de los Benigni donde se convivía en medio de penurias económicas y un
altísimo fervor católico. Es por ello que Luiggi e Isolina decidieron que
Roberto ingresase en un monasterio y se formara como sacerdote, pero a veces
las cosas no salen como se pretenden. El monasterio fue literalmente arrasado
por una inundación.
No obstante,
Roberto salió al ruedo a trabajar; primero como ayudante de mago en un circo
ambulante pero al mismo tiempo empezó a desarrollar virtudes que lo llevaron a
recalar en el grupo “Poetas improvisados” y destacarse como brillante
monologuista. Claro está que no sólo se contentaba con hablar y jugar con las
palabras sino que les agregaba mucha mímica y manejo corporal. Con esas armas
recaló en Roma a comienzos de los setenta frecuentando el circuito de teatro
alternativo. Fue ese estilo grotesco el que lo llevó a aparecer en TV en 1976
en la serie “Onda Libera – Tele-Vacca”.
Debutó en cine
como actor y guionista con “Berlinguer, ti voglio bene” dirigido por Giuseppe
Bertolucci, un film muy criticado y boicoteado por la censura. Pero a Roberto
siempre le gustó hacer de las suyas, aunque con algún costo. En 1983 casi
generó un escándalo de proporciones cuando en la Fiesta Nacional de la Unidad,
ante setecientas mil personas, despotricó contra Dios. Era una época en la que
el Partido Comunista Italiano llevaba a cabo una política de entendimiento con
los grupos católicos. Benigni fue multado duramente por cargos que iban desde
la utilización de expresiones soeces hasta la blasfemia.
Jim Jarmusch lo
convocó en 1986 para actuar junto a Tom Waits y John Lurie en “Down by Law”. Su
imagen comenzó a ser familiar fuera de tierras italianas, más aún cuando el mismo director le concedió
el honor de ser el taxista romano que en “Night on Earth” lleva a un sacerdote
hasta el infarto al confesarle sus pecaminosos pensamientos.
Todo lo que
hacía era un éxito de taquilla (siempre junto a su coguionista Vincenzo
Cerami), pero Benigni decidió apostar
fuerte y abordar el tema del Holocausto. Se puso en la piel de Guido Orefice,
un librero enamorado de Dora (Nicoletta Braschi, su esposa en la vida real) y
padre de Josué (Giorgio Cantarini). Romántica en la primera parte, la película
se torna angustiante en la segunda, con el campo de concentración
“transformado” en un gran juego con el que Guido protegió hasta el sacrificio
el cuerpo y la mente de su pequeño. Recibió críticas de diversa índole a las
que Benigni respondió señalando: “La vida es bella no es una comedia sobre el
Holocausto, es una película sobre el Holocausto dirigida por un comediante”. El
film fue reconocido con el Gran Premio del Jurado en Cannes (donde un exultante
Benigni se arrodilló y besó los zapatos de un estupefacto Martin Scorsese) y
con tres premios Oscar (Mejor película en habla no inglesa, actor protagónico y
banda de sonora, a cargo de Nicola Piovani).
En el año 2002
fue invitado a monologar en el Festival de San Remo y se generó una nueva
controversia por su presencia y por la posibilidad que Benigni descargase un
arsenal de palabras contra Silvio Berlusconi. El comediante fue llevado a los
Tribunales para censurar su intervención. Algunos sectores invitaban al público
a concurrir con un kit de verduras y huevos para arrojarle a Benigni cuando
comenzara a hablar mal de Berlusconi. Sin embargo el show fue antológico y
Roberto, que se refirió al Juicio Universal y se burló absolutamente de todo,
terminó entonando una emotiva canción de amor. La gente, agradecida, sólo
arrojó flores.
La página www.tuttobenigni.it es una pequeña
muestra del mundo de este particular artista. Una recorrida por los archivos de
video nos permite recordar el momento de “La vida es bella” en que Guido
Orefice, disfrazado de mujer y sabiendo que su final de juego se acerca, le
dedica un último guiño cómplice a su hijo Josué. O ver la actuación ofrecida en
San Remo y disfrutar de un Benigni en estado puro; locuaz, gritón, gesticulante
pero a la vez talentoso y sensible al interpretar con todo respeto “Quanto t’ho
amato”.