UNA SEMBLANZA DEL GENIAL KURT COBAIN, POR ENRIQUE JONTEF PARA LA REVISTA LLEGÁS
El muchacho rubio y su amiga
habían bebido alguna copa de más y comenzaron a filosofar. El tema en cuestión
versaba acerca de la posibilidad de una revolución juvenil. Palabra va, palabra
viene, la chica se levantó y escribió en una de las paredes: “Kurt huele a
espíritu adolescente” (Kurt smells like teen spirit). El muchacho se
envalentonó; tomó esa frase como una señal, se vio a sí mismo como líder de esa
insurrección. En realidad, la amiga, lo único que quería destacar era que Kurt,
efectivamente olía a Teen Spirit, un desodorante de venta libre de principios
de los noventa. Fue producto de esa confusión y de divagues sobre la revolución
que surgió un sonido, un impactante rasguido de guitarra, y una canción que, a
su manera, generó su propia revuelta.
En 1967, año en que Jimi Hendrix
plasmó Are you experienced?, Janis Joplin partió cerebros en el festival de
Monterrey y Jim Morrison asombró con el album debut de The Doors, nacía Kurt
Donald Cobain, en Hoquiam, Washington. De pequeño sus inquietudes artísticas
pasaron por la pintura y el dibujo en medio de un asfixiante clima familiar. A
través del regalo de un tambor, la música llegó a su vida. A los catorce, un
tío le obsequió una guitarra de segunda mano para zurdos y un amplificador de
diez vatios de potencia. Las clases de guitarra le resultaban insoportables y
se encerraba a generar acordes por su cuenta.
La separación de sus padres lo
llevó a vivir como un ocupa y un tiempo bajo el puente del río Wishkah. En ese
peregrinar conoció a un personaje tan particular como él y de llamativa altura
llamado Chris Novoselic. Formaron un grupo, Fecal Matter, en el que Kurt era el
baterista y Chris tocaba guitarra. Pero el bajista los abandonó y se produjo un
enroque de instrumentos. Hubo que salir a buscar baterista y después de varios
intentos, un amigo de un amigo, Chad Channing, se encargó de los parches.
Tenían destino de agrupación durable y debieron pensar en un nombre. Este provino
del estado de la suprema sabiduría; de allí en adelante serían Nirvana.
Para Bleach, el primer trabajo,
Cobain resolvió las letras de los temas en el estudio mismo, acorde con el
sonido nervioso y furibundo de la banda. No eran letras elaboradas sino unas
cuantas frases sueltas o estribillos que se repetían constantemente. Al
desgastarse la relación con Channing, entró en escena otro batero, natural de
Ohio, Dave Gröhl. Cobain era el abanderado de un nuevo estilo, el grunge y eso
le permitió a Nirvana entrar en la consideración positiva de varias compañías,
entre ellas Geffen. Todo era muy rápido, demasiado quizás y Cobain necesitó
apoyarse en la heroína para resistir los embates del éxito.
Un bebé desnudo sumergido en una
pileta, un dólar amarrado a un anzuelo, un sonido crudo y visceral, un track
oculto llamado Endless y además “Smells like teen spirit” vociferada por
Cobain; todo eso formó parte del disco fundamental de la década del 90:
Nevermind. Sólo llevó tres semanas de estudio y vendió más de quince millones
de copias. Cobain se transformó en símbolo de una generación. Y no le gustó
mucho, él solo quería ser músico.
Buenos Aires conoció sus vaivenes
emocionales cuando en la noche del 30 de octubre de 1992 ante un Vélez repleto
dejó a todos con las ganas de escuchar Smells… porque se había abucheado al
soporte y protegidas de Cobian, Calamity Jane. Amagaba el riff y después
encaraba para otro tema
La actuación en el “unplugged” de la MTV también tuvo el
toque Cobain; le pidió al realizador que la escenografía del escenario
desbordara de velas y flores. El productor trató de disuadirlo señalando que
eso parecería un funeral y Kart respondió que eso era lo que exactamente
pretendía.
Llegó la última actuación en el
Terminal Linz de Munich, un primer intento de suicidio en Roma mezclando
somníferos y champán. Y el último tiro el 8 de abril en su casa de Seattle.
La página www.cobain.com es generosa en cuanto a la
cantidad de imágenes de Cobain. Un revolucionario de la música que se cansó de
todo a los veintisiete años. Casualmente la misma edad que tenían Hendrix,
Joplin y Morrison cuando también dijeron basta.
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