martes, 2 de octubre de 2012

LA EDAD DE LA CLOTILDE



La señora Perla caminaba por la avenida, agobiada por los dolores y el cansancio, cuando su rostro surcado por arrugas quedó frente a un afiche. Se detuvo; observó la figura de la mujer, su hombro derecho surcado por un bretel levemente caído, la profusa cabellera rubia. Sin embargo lo único que a Perla le llamó la atención fue la mirada, le resultaba familiar. Esa era la misma mirada que tenía Clotilde, su compañera de colegio.
De Clotilde Acosta no se conocen muchas cosas; se sabe que nació en Mar del Plata un día de octubre (podría ser el tres o el nueve) de un año que podría ser 1940 ó 1941 (amen de algunas crónicas periodísticas que arriesgan años más “tempranos”). Luego su familia se mudó a Villa Devoto y la niña siguió el derrotero clásico de la época: estudios, corte y confección y danzas.
Pronto empezaría la mutación de Clotilde; se hizo bailarina y actriz de teatro; dejó de lado su nombre y apellido rebautizándose Nacha Guevara. Los años sesenta venían bastante convulsionados y ella no quiso quedarse fuera. El Instituto Di Tella estaba en plena ebullición y Nacha enarboló la canción de protesta como bandera, influenciada por la poesía de George Brassens y Boris Vian.
Surgen los discos y los temas emblemáticos, aparecen las posturas ideológicas y las actuaciones en café-concerts y teatros. Conforma una sociedad artística y afectiva con Alberto Favero y de allí devienen puestas como “Anastasia querida” y “Las mil y una Nachas”.
En 1974 es amenazada por la Triple A y se exilia en México. Al año siguiente creyó que había pasado todo y regresa pero la bomba que estalla en el teatro Estrellas la convence que los aires ya no son tan buenos aires y Nacha se va.
Varios países de América y Europa disfrutaron de su talento, aunque en Nacha había cada vez menos protesta y más music hall, a la vez que cambiaba su aspecto hippie y militante por un cadencioso porte de mujer de mundo.
Sobrevino la democracia, Nacha dijo “aquí estoy” y volvió al pago. Montó un extraordinario espectáculo en el Teatro Coliseo pero quienes la conocían sabían que ya no era la misma de antes.
Coqueteó con “Eva, el musical argentino”, con el tango y con hombres más jóvenes que ella; frecuentó los salones de la embajada de Estados Unidos y se fotografió con el mismísimo Mr. Todman. Se la veía codo a codo con Amalita Fortabat y entre los años 1993 y 1995 condujo el ciclo “Me gusta ser mujer” en el canal oficial. Allí sobrevino otra mutación; parecía que su cuerpo se hubiese detenido en el tiempo. Nacha adujo que su estado era producto de una profunda meditación, comida sana, armonía interior, mucha agua y cuidados de la belleza. Pautas que se encargó de reafirmar en su libro de autoayuda publicado en el 2001 y cuyo título es “60 años no es nada”.
La página www.nachaguevara.miarroba.com era un muy buen sitio sobre la artista. Allí aparecían con lujo de detalles todos los elementos vinculados con la Guevara; discografía, espectáculos, críticas, letras de canciones e información sobre los últimos pasos dados hasta hace unos años por Nacha (Disputas y Padre Coraje) y su presentación como la alcohólica e histérica Mrs. Robinson en la versión teatral de “El graduado” junto al bisoño Felipe Colombo.

A todo esto, doña Perla llega muy cansada a su casa, se sirve un vaso grande de agua, ingiere sus medicamentos y traga con dificultad mientras piensa qué habrá sido de la vida de  Clotildita.

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