jueves, 20 de septiembre de 2012

BAJO...PERO EL MEJOR






Llegó, tocó, hizo hablar a su instrumento y se marchó. Así de simple, así de rápido, así de contundente. Con poco más de veinte años se presentó ante el tecladista austríaco Joe Zawinul y le espetó: Mucho gusto, yo soy Jaco Pastorius, el mejor bajista del mundo. El líder de Weather Report lo miró de arriba abajo y se lo sacó de encima aceptando a regañadientes una cinta que Jaco había llevado para la ocasión. Es de suponer que al escucharla, Zawinul debió haber pensado mucho sobre la forma de presentación de ese bajista flaco y pelilargo que desafiaba el porte tradicional de los músicos de jazz. La incorporación no se demoró demasiado, producto de la deserción de Alphonso Johnson. Corría 1976 y el señor John Francis Anthony Pastorius III, el que decía ser el mejor pasó a ser la figura estelar de aquella virtuosa y caliente formación de jazz rock denominada Weather Report.
Patentó un sonido único, el del Fender Jazz Bass con diapasón sin trastes, lo que le permitíó brillar no sólo marcando bases sino también la posibilidad de volar con el bajo, de improvisar como nadie, de generar riffs imposibles, de digitar sus cuerdas como si fuese un punteo de guitarra. En el escenario era un saltimbanqui enloquecido contraponiéndose a la sobriedad con la que se presentaban Zawinul, Shorter, Erskine y Thomas. Es que Jaco no sólo decía que era el mejor sino que lo demostraba con hechos.
La noche del 20 de agosto de 1980 el Luna Park fue un hervidero por la performance de Weather Report y en especial por la de un Jaco encendido que durante tres horas dejó sin habla a la multitud reunida allí. Fue el cierre extraordinario de un Festival Buenos Aires Jazz que tuvo calidad artística adentro y apremios policiales afuera.
Jaco era tan genial como emocionalmente inestable y las dosis de una y otra terminaron hartando a Zawinul que lo expulsó de la banda. Lo reemplazó por otro bajista que tocaba al estilo de Pastorius, sólo que no era Pastorius.
El hombre pasó por un neuropsiquiátrico mientras seguía desgranando notas en big bands de poco renombre; Jaco, el mejor bajista del mundo ya no tocaba ni con Pat Metheny ni era el sonido inconfundible de los trabajos de Joni Mitchell. Sólo lo acompañaban su familia y los restos de su fama. Una noche de 1987 creyó que sus pergaminos eran lo suficientemente pesados para ingresar a un bar; sin embargo el gerente del lugar contaba con dos elementos muy fuertes: no soportaba a los pesados y era un experto karateca. Jaco fallecería días después a raíz de la golpiza recibida. Tenía 36 años.
Su esposa Ingrid y sus hijos le rinden un homenaje muy sentido desde la página web www.jacop.net: fotos de Jaco sobre el escenario y con su gente, fragmentos de interpretaciones solistas, recuerdos personales y una sensación de entrar al mundo de un músico notable, del “mejor bajista del mundo” tal como decía él y con justa razón.

sábado, 8 de septiembre de 2012

UNA CUMBIA TRISTE EN PRAGA






A 16 AÑOS DE LA MUERTE DE LA "PRINCESA" GILDA, UNA VIEJA SEMBLANZA DE ENRIQUE JONTEF PARA LA REVISTA LLEGAS 

Frida camina semiencorvada por el frío mientras una tenue llovizna se cierne sobre Praga.  Se detiene frente a la Iglesia de San Nicolás, en Malá Strana, y aprovecha para cambiar de lado el cassette del walkman. Apreta “play” y el ritmo de cumbia surge imponente acompañando la suave voz de una cantante con nombre de película y destino trágico. Frida sonríe pensando que, al llegar a su casa, alzará a su hijita Gilda y juntas danzarán al compás de No me arrepiento de este amor.
Lejos en el tiempo y lejos de Praga, más precisamente el 11 de octubre de 1961 en Villa Devoto, nacía la hija de Omar Bianchi e Isabel “Tita” Scioli. Fue bautizada como Miriam Alejandra, debido a que algún empleado impidió poner el nombre que los padres deseaban. Tita se había embelesado con el papel que Rita Hayworth había realizado con Glenn Ford en la película de George Vidor. Así  que para Isabel, Omar y el resto de la familia, Miriam Alejandra fue simplemente Gilda.
La infancia transcurrió tranquila, entre clases de piano dictadas por su madre, una habilidad llamativa para la lectura y la práctica de danzas clásicas y españolas. Todo iba bien pero un ataque de hemiplejia de Omar alteró todos los planes familiares y los sueños de Gilda de ser azafata o pediatra. La situación se tornó complicada y, con el fallecimiento del padre, Gilda tuvo que dividir su tiempo entre el magisterio, un trabajo administrativo y un casamiento temprano con Raúl Magnín. De esa unión nacieron sus dos hijos: Mariela Alejandra y Fabrizio. Trabajaba como maestra jardinera en un colegio católico en donde se encargaba de la organización de festivales y obras para chicos. Gilda era carismática y en ese tipo de eventos escolares se animaba a cantar.
La relación con Magnín terminó en separación y apareció Juan Carlos “Toti” Giménez. Un pianista de conservatorio y según algunas versiones, antiguo alumno de doña Tita a quien Gilda conocía de cuando eran chicos. Se dice que hubo un reencuentro en un colectivo, una invitación a la fiesta del colegio, y la sorpresa que se llevó Toti cuando escuchó cantar a Gilda. Otros hablan de una convocatoria para vocalistas por medio de un aviso clasificado y de esa manera se produjo el encuentro. Lo cierto es que la señora Bianchi pasó a ser una de las cuatro cantantes del grupo La Barra y posteriormente integró Crema Americana; formaciones estas que lideraba Giménez cuando se alejó de las filas de Ricky Maravilla.
“De corazón a corazón” fue el primer trabajo solista de Gilda, en 1993. Ella y Giménez tuvieron que batallar bastante con las discográficas porque la imagen de la cantante distaba bastante del modelo de intérprete voluptuosa que imperaba entonces. Tampoco tenía mucha presencia en los habituales programas de televisión dedicados al género tropical.
Pero el fenómeno empezó a crecer y a expandirse más allá de las fronteras; los discos posteriores (Corazón herido, Pasito a pasito, y Corazón valiente) fueron editados en diversos países (México, Paraguay, Chile, Bolivia y Perú). Precisamente en Perú fue consagrada como la gran estrella del Festival de la Cumbia que se desarrolló en Lima, en 1994.
Gilda iba construyendo su carrera y eran varios los seguidores que, muy a pesar de ella, le atribuían ciertos poderes sanadores; las madres alzaban a sus niños enfermos para que la cantante posara su mano sobre las criaturas.
Pero en la tarde del 7 de septiembre de 1996, en la peligrosa ruta 12, un camión proveniente de Brasil embistió brutalmente al micro en el que viajaba toda la comitiva. Fallecieron siete personas entre ellas Gilda, su hija y su madre. Giménez y Fabrizio salvaron su vida milagrosamente.
Hoy en el lugar, el kilómetro 126, se erige el Santuario de los Milagros de Gilda. Es un altar que consiste en una simple capilla construída con ladrillos y chapas. Allí convergen permanentemente cientos de fanáticos y devotos de la cantante santa. El lugar está repleto de ofrendas: osos de peluche, mamaderas, crucifijos, lentes de sol, escarpines y fotos. Los concurrentes rezan oraciones e invocan su ayuda. Los programas de televisión que siempre la trataron con indiferencia suelen dedicarle ahora mucho más espacio. Así, empezaron a construirse los mitos; uno de ellos indica que la canción No es mi despedida, editado en su disco póstumo Entre el cielo y la tierra, fue grabado por Gilda en un cassette casero. El mismo fue encontrado en el lugar del accidente. Otro rumor también poco comprobable tiene como protagonista al mismísimo cantante de U2. Se dice que Bono estaba en un boliche de México D.F. y un grupo de argentinos (cuando no!!) hizo poner Fuiste como música de fondo. El irlandés, según las versiones, entró en estado de shock y quiso saber quien interpretaba ese tema. Es más, aseguran que Bono quería grabar una versión de la cumbia en el disco All that you can’t leave behind. Lo concreto es, en cambio, el nombre “Gilda” para una calle de un barrio tucumano y la labor que hacen los integrantes del club de fans Los Guardianes de Gilda. También son reales los homenajes que se le han rendido en el teatro Astros y los gestos de reconocimiento de Attaque 77 y fundamentalmente Leo García con su idea de realizar un disco tributo.
“Cholito”, el personaje que interpretaba Natalia Oreiro en la telenovela Muñeca Brava, entonaba un tema de Gilda. Por efectos de la globalización, el programa llegó a diversos países; uno de ellos fue la República Checa. Esa canción despertó la curiosidad de un grupo de personas que comenzaron a bajar temas de Gilda en MP3 y finalmente derivaron en la construcción de una página www.gilda.euweb.cz (en idioma checo) dedicada a la cantante. Seguramente ese debe ser el sitio al que también accede Frida, nuestra amiga checa, cada vez que acuesta a “Gildita” mientras canta con acento eslavo Fuiste mi vida, fuiste mi pasión.

domingo, 2 de septiembre de 2012

HISTORIAS E HISTORIETAS

SEMBLANZA DE HECTOR GERMAN OESTERHELD ESCRITA POR ENRIQUE JONTEF PARA LA REVISTA LLEGAS EN MAYO DE 2006





Con unos bigotes inéditos y el sombrero calzado casi hasta los ojos; así caminaba por las calles el hombre de apellido alemán y  talento narrativo poco común. Corría el año 1977 y Héctor no podía darse el lujo de ir con el rostro descubierto. Era conocido, vaya sí lo era, pero también se lo consideraba, para algunos, un tipo peligroso. Había tomado una decisión y a pesar de lo inquietante del momento no iba a haber marcha atrás. Podría haber elegido pasar una vejez tranquila en su chalet de Becar junto a los suyos, pero su ideología y su militancia tardía pudo más. El “viejo” estaba en la mira, como así también sus cuatro hijas. Cuando finalmente los paramilitares lo secuestraron, creyeron que se sacaban un problema de encima. En cambio, lo que generararon fue instalar a Oesterheld en la eternidad y en buena parte de la memoria colectiva.
Héctor Germán Oesterheld nació en 1919 y cultivó desde pequeño su admiración por las obras de Salgari y Stevenson. Sin embargo, su primera vocación apuntó hacia las ciencias naturales, especializándose en Geología. Eso le permitió a Héctor realizar trabajos en la Dirección General de Minas, en YPF y en el laboratorio de minería del Banco de Crédito Industrial. Viajó por el país, pero el gusto por la aventura y la literatura seguía en pie. Por eso Oesterheld dejó la geología y se volcó de lleno al mundo de las publicaciones. Comenzó como corrector y fue haciendo sus primeras armas en la escritura. Luego, asentado ya en la editorial Abril, colaboró con la colección infantil Bolsillitos y fue creador de la revista Gatito. Un día, el director de Abril, Cesare Civita, iluminado vaya a saberse por qué luz, le propuso a Héctor que comenzase a crear guiones para historietas. Este no lo dudó y surgieron así los primeros grandes personajes de la incansable mente de Oesterheld. Empezó a publicar en las revistas Cinemisterio, Rayo Rojo y Misterix las historias de Alan y Crazy, el policial Ray Kilt y Lord Commando (la primera historieta de guerra hecha en Argentina). En febrero de 1952 fue el turno del piloto de pruebas Bull Rocket. Y el 9 de enero de 1953 se publicó El Sargento Kirk con dibujos de Hugo Pratt. Kirk era un desertor asqueado del 7mo. de Caballería y se convirtió en un renegado, llevando una vida errante a través del desierto.
En 1955 se asoció con su hermano Jorge y fundaron su propia editorial, Frontera. Editaron versiones noveladas de Kirk y Bull Rocket y en 1957 sacaron las revistas Hora Cero y Frontera.
En esos tiempos “apareció en escena” el corresponsal de guerra Ernie Pike, dibujado por el tano Pratt y con rasgos inequívocamente parecidos a los de Oesterheld.  En Pike quedaba claramente reflejado el costado humanista de Héctor Era una historieta en la que los héroes no tenían por qué ser buenos y los cobardes no debían ser necesariamente ruines y malvados. Allí el único “villano” era la guerra. Pike estba inspirado en Ernie Pyle, verdadero corresponsal de la Segunda Guerra Mundial, quien no narraba las grandes batallas sino pequeñas historias secundarias, absolutamente humanas.
La lucha de Juan Salvo y los sobrevivientes de una ciudad de Buenos Aires invadida por los Ellos; los combates de la resistencia contra los Manos, los cascarudos, los hombres-robot y los gurbos es quizás el momento cumbre de Oesterheld. El Eternauta se publicó por primera vez en la revista Hora Cero en septiembre de 1957, con dibujos de Francisco Solano López. Sin embargo la historieta tendría dos versiones posteriores en las que influirán las posturas ideológicas de su autor. Efectivamente, en 1969 salió una segunda versión del Eternauta publicada en la revista Gente, con dibujos de Alberto Breccia. En ésta la invasión era el resultado de un acuerdo traicionero entre el Norte y los Ellos, el Norte pactó para salvarse y pagó con el Sur. En la primera versión, los países del Norte y del Sur se unían solidariamente para enfrentar a los Ellos. Hubo muchas quejas de los lectores de Gente (no entendían la presencia de esa historieta en una revista de actualidad) y la editorial decidió que había que finalizar esa inquietante publicación.
Un año antes, la editorial Jorge Alvarez llevó adelante un proyecto basado en una serie de biografías, en formato historieta, de importantes hombres de América Latina y le encargaron el trabajo a Oesterheld. Salió un solo número, la vida del Che Guevara, con dibujos de Breccia padre e hijo (Enrique). El gobierno militar de entonces retiró de la venta el libro y secuestró los originales. El segundo número iba a ser sobre Evita. Nunca salió.
En 1976, Oesterheld sacó El Eternauta, segunda parte, en la revista Skorpio. Hubo desaveniencias con Solano López por el giro radical que Héctor le había dado a la lucha de Juan Salvo. Así, el escritor y el militante se convirtieron en uno solo y, en medio de un ambiente muy denso, Oesterheld, integrante de la estructura de prensa de Montoneros, tuvo que empezar a ocultarse y camuflarse.
En  www.historieteca.com.ar/Eternauta/eternauta.htm encontramos una detallada explicación de cada una de las versiones del “viajero de la eternidad”. La historieta de Juan Salvo, la historia de Héctor Oesterheld; la pasión de un personaje y la de su creador, el que creía fervientemente en que “el único héroe válido es el héroe en grupo, nunca el héroe individual, el héroe solo”