sábado, 27 de octubre de 2012

EL COMICO DE LA FAMILIA




La escena se repetía todas las noches alrededor de la mesa familiar. Don Luiggi, una vez que la humilde cena finalizaba, contaba sus vivencias. El resto de la familia lo escuchaba con atención y respeto, tanto su esposa Isolina como sus cuatro hijos: Bruna, Albertina, Anna y el menor de todos, Roberto. El narrador no fantaseaba ni un ápice ante la mención de sus terribles días pasados como prisionero en el campo de concentración de Berger Belsen. Simplemente se daba el lujo de hacerlo con cierta dosis de humor que, lejos de banalizar los recuerdos, le permitía sacarlos a relucir sin quebrarse. El niño Roberto se fascinaba con las estentóreas risotadas de su padre, aunque le resultaba extraño que hubiese tanta carcajada en medio de tanta historia horrorosa. De pronto la imagen se volvió difusa y cientos de flashes lo enceguecieron. Desde el escenario del Dorothy Chandler Pavillon Sophia Loren lo llamaba con un conmovedor “Robertoooo”; todos las miradas se dirigieron hacia él y fue entonces que el comediante Roberto Benigni, en su hora más gloriosa, decidió hacer una travesura como cuando era chico. Se trepó al respaldo de una butaca y pisoteando terciopelos, smokings y telas vaporosas llegó como pudo hasta donde estaba la Loren para recibir el premio Oscar a la mejor película de habla no inglesa de 1998 por “La vida es bella”.
No eran tiempos fáciles en Manciano Misericordia, en la región de Toscana y especialmente en la casa de los Benigni donde se convivía en medio de penurias económicas y un altísimo fervor católico. Es por ello que Luiggi e Isolina decidieron que Roberto ingresase en un monasterio y se formara como sacerdote, pero a veces las cosas no salen como se pretenden. El monasterio fue literalmente arrasado por una inundación.
No obstante, Roberto salió al ruedo a trabajar; primero como ayudante de mago en un circo ambulante pero al mismo tiempo empezó a desarrollar virtudes que lo llevaron a recalar en el grupo “Poetas improvisados” y destacarse como brillante monologuista. Claro está que no sólo se contentaba con hablar y jugar con las palabras sino que les agregaba mucha mímica y manejo corporal. Con esas armas recaló en Roma a comienzos de los setenta frecuentando el circuito de teatro alternativo. Fue ese estilo grotesco el que lo llevó a aparecer en TV en 1976 en la serie “Onda Libera – Tele-Vacca”.
Debutó en cine como actor y guionista con “Berlinguer, ti voglio bene” dirigido por Giuseppe Bertolucci, un film muy criticado y boicoteado por la censura. Pero a Roberto siempre le gustó hacer de las suyas, aunque con algún costo. En 1983 casi generó un escándalo de proporciones cuando en la Fiesta Nacional de la Unidad, ante setecientas mil personas, despotricó contra Dios. Era una época en la que el Partido Comunista Italiano llevaba a cabo una política de entendimiento con los grupos católicos. Benigni fue multado duramente por cargos que iban desde la utilización de expresiones soeces hasta la blasfemia.
Jim Jarmusch lo convocó en 1986 para actuar junto a Tom Waits y John Lurie en “Down by Law”. Su imagen comenzó a ser familiar fuera de tierras italianas,  más aún cuando el mismo director le concedió el honor de ser el taxista romano que en “Night on Earth” lleva a un sacerdote hasta el infarto al confesarle sus pecaminosos pensamientos.
Todo lo que hacía era un éxito de taquilla (siempre junto a su coguionista Vincenzo Cerami),  pero Benigni decidió apostar fuerte y abordar el tema del Holocausto. Se puso en la piel de Guido Orefice, un librero enamorado de Dora (Nicoletta Braschi, su esposa en la vida real) y padre de Josué (Giorgio Cantarini). Romántica en la primera parte, la película se torna angustiante en la segunda, con el campo de concentración “transformado” en un gran juego con el que Guido protegió hasta el sacrificio el cuerpo y la mente de su pequeño. Recibió críticas de diversa índole a las que Benigni respondió señalando: “La vida es bella no es una comedia sobre el Holocausto, es una película sobre el Holocausto dirigida por un comediante”. El film fue reconocido con el Gran Premio del Jurado en Cannes (donde un exultante Benigni se arrodilló y besó los zapatos de un estupefacto Martin Scorsese) y con tres premios Oscar (Mejor película en habla no inglesa, actor protagónico y banda de sonora, a cargo de Nicola Piovani).
En el año 2002 fue invitado a monologar en el Festival de San Remo y se generó una nueva controversia por su presencia y por la posibilidad que Benigni descargase un arsenal de palabras contra Silvio Berlusconi. El comediante fue llevado a los Tribunales para censurar su intervención. Algunos sectores invitaban al público a concurrir con un kit de verduras y huevos para arrojarle a Benigni cuando comenzara a hablar mal de Berlusconi. Sin embargo el show fue antológico y Roberto, que se refirió al Juicio Universal y se burló absolutamente de todo, terminó entonando una emotiva canción de amor. La gente, agradecida, sólo arrojó flores.
La página www.tuttobenigni.it es una pequeña muestra del mundo de este particular artista. Una recorrida por los archivos de video nos permite recordar el momento de “La vida es bella” en que Guido Orefice, disfrazado de mujer y sabiendo que su final de juego se acerca, le dedica un último guiño cómplice a su hijo Josué. O ver la actuación ofrecida en San Remo y disfrutar de un Benigni en estado puro; locuaz, gritón, gesticulante pero a la vez talentoso y sensible al interpretar con todo respeto “Quanto t’ho amato”.  

martes, 2 de octubre de 2012

LA EDAD DE LA CLOTILDE



La señora Perla caminaba por la avenida, agobiada por los dolores y el cansancio, cuando su rostro surcado por arrugas quedó frente a un afiche. Se detuvo; observó la figura de la mujer, su hombro derecho surcado por un bretel levemente caído, la profusa cabellera rubia. Sin embargo lo único que a Perla le llamó la atención fue la mirada, le resultaba familiar. Esa era la misma mirada que tenía Clotilde, su compañera de colegio.
De Clotilde Acosta no se conocen muchas cosas; se sabe que nació en Mar del Plata un día de octubre (podría ser el tres o el nueve) de un año que podría ser 1940 ó 1941 (amen de algunas crónicas periodísticas que arriesgan años más “tempranos”). Luego su familia se mudó a Villa Devoto y la niña siguió el derrotero clásico de la época: estudios, corte y confección y danzas.
Pronto empezaría la mutación de Clotilde; se hizo bailarina y actriz de teatro; dejó de lado su nombre y apellido rebautizándose Nacha Guevara. Los años sesenta venían bastante convulsionados y ella no quiso quedarse fuera. El Instituto Di Tella estaba en plena ebullición y Nacha enarboló la canción de protesta como bandera, influenciada por la poesía de George Brassens y Boris Vian.
Surgen los discos y los temas emblemáticos, aparecen las posturas ideológicas y las actuaciones en café-concerts y teatros. Conforma una sociedad artística y afectiva con Alberto Favero y de allí devienen puestas como “Anastasia querida” y “Las mil y una Nachas”.
En 1974 es amenazada por la Triple A y se exilia en México. Al año siguiente creyó que había pasado todo y regresa pero la bomba que estalla en el teatro Estrellas la convence que los aires ya no son tan buenos aires y Nacha se va.
Varios países de América y Europa disfrutaron de su talento, aunque en Nacha había cada vez menos protesta y más music hall, a la vez que cambiaba su aspecto hippie y militante por un cadencioso porte de mujer de mundo.
Sobrevino la democracia, Nacha dijo “aquí estoy” y volvió al pago. Montó un extraordinario espectáculo en el Teatro Coliseo pero quienes la conocían sabían que ya no era la misma de antes.
Coqueteó con “Eva, el musical argentino”, con el tango y con hombres más jóvenes que ella; frecuentó los salones de la embajada de Estados Unidos y se fotografió con el mismísimo Mr. Todman. Se la veía codo a codo con Amalita Fortabat y entre los años 1993 y 1995 condujo el ciclo “Me gusta ser mujer” en el canal oficial. Allí sobrevino otra mutación; parecía que su cuerpo se hubiese detenido en el tiempo. Nacha adujo que su estado era producto de una profunda meditación, comida sana, armonía interior, mucha agua y cuidados de la belleza. Pautas que se encargó de reafirmar en su libro de autoayuda publicado en el 2001 y cuyo título es “60 años no es nada”.
La página www.nachaguevara.miarroba.com era un muy buen sitio sobre la artista. Allí aparecían con lujo de detalles todos los elementos vinculados con la Guevara; discografía, espectáculos, críticas, letras de canciones e información sobre los últimos pasos dados hasta hace unos años por Nacha (Disputas y Padre Coraje) y su presentación como la alcohólica e histérica Mrs. Robinson en la versión teatral de “El graduado” junto al bisoño Felipe Colombo.

A todo esto, doña Perla llega muy cansada a su casa, se sirve un vaso grande de agua, ingiere sus medicamentos y traga con dificultad mientras piensa qué habrá sido de la vida de  Clotildita.